A la hora de arreglar un inmueble, se utilizan mucho dos términos: reforma y rehabilitación. Parece que significan lo mismo, pero en realidad son diferentes. ¿Quieres vender tu casa y sacar mayor provecho económico? Te ayudamos para que distingas ambos conceptos y decidas qué es lo que te viene mejor.
Una reforma implica el cambio, modificación o sustitución de los acabados, instalaciones, tabiques o demás elementos, respondiendo a razones estéticas, casi nunca funcionales. Si tu casa está bien conservada, pero por motivos de gusto personal quieres renovarla, estarás ejecutando una reforma. Esta opción puede incluir la reparación o recolocación de ciertos tabiques y muros. Sin embargo, no deberías tocar el muro de carga, puesto que se trata de un pilar fundamental del inmueble.
Si tu casa está en mal estado y algunos elementos tienen una necesidad real de reparación, necesitas una rehabilitación. Esta se realiza por necesidades funcionales e implica un riesgo real para las personas. Por tanto, la obra es imprescindible para eliminar el riesgo y asegurar la vida de los moradores. En ese caso, puede trascender más allá de la vivienda y que todo su edificio se vea afectado.
Otra forma muy fácil de identificar la diferencia es la dimensión de los trabajos. En el caso de una reforma, casi siempre se relaciona con habitáculos pequeños (salón, baño, cocina). Cuando se aplica la rehabilitación, el terreno implicado suele ser mucho mayor (fachada completa, edificación o incluso construcciones amplias como puentes o carreteras).
Si aún tienes dudas, puedes observar la diferencia mediante el permiso de obra empleado (menor o mayor). El primer caso se pide en reformas (catas, arreglos pequeños), que no necesitan presupuesto ni requieren de una complejidad técnica elevada. Esta autorización debe solicitarse con anterioridad al comienzo de las obras y se trata de un trámite ágil con límite temporal que caduca (salvo caso de prórroga o aplazamiento).
Cuando estas tareas pasan a afectar elementos comunes, se requiere el permiso de obra mayor, propio de rehabilitaciones. Debes pedirlo en el Ayuntamiento de tu localidad y con anterioridad al comienzo de las obras. En este caso, las gestiones serán más engorrosas. Necesitarás a un arquitecto, un informe técnico, estudio de seguridad y salud, prevención de incendios, etc.
Es más fácil sacar rentabilidad por una vivienda si está en perfecto estado. Está claro que debes acometer medidas para mejorarla si presenta algún problema, pero antes de ejecutar esas modificaciones, es conveniente que te pongas en contacto con una empresa especializada. Sus profesionales sabrán cómo asesorarte y lo primero que ejecutarán será un análisis del espacio disponible. De esta forma, tratarán de buscar la forma idónea de renovación de la vivienda, para que puedas revalorizarla en el mercado.
Lo único que necesitan la mayoría de inmuebles es un lavado de cara. De esta forma, hasta la casa menos agraciada brillará con luz propia.
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